jueves, 31 de octubre de 2019

AFRODISÍACOS Más allá del bien y del mal


AFRODISÍACOS

Más allá del bien y del mal

AFRODISÍACOS Más allá del bien y del mal
Un afrodisíaco es todo aquello capaz de estimular el apetito sexual, aunque no se trata de una fórmula mágica, de una receta infalible ni de una certeza que tranquilice la conciencia del caballero o el bolsillo de la dama. Es solamente un elemento que propicia el encuentro entre quienes se desean, fomentando su concreción. El vocablo deriva de Afrodita, la diosa griega de la belleza y el amor que, se dice, venía montada en un toro o en un macho cabrío.
Como era de esperarse, los idilios de la diosa Afrodita trajeron cola y pronto se incorporó al panteón el seductor, maligno y mentiroso (tal como se lo catalogaba) de su hijo Eros, el dios del amor.
Ante este panorama no es de extrañar que la sexualidad y el disfrute sensual humanos fueran motivo de más de una consulta psicológica o una rápida visita al boticario (o la farmacia). El placer, quedaba claro, era un asunto de poco fiar. 
Islam vs. cristianismo
Hubo quienes tuvieron, sin embargo, otros puntos de vista. Para el Islam el acto sexual es una necesidad física humana, por lo tanto permitida y bien vista por Dios. Luego de esta liberación, el cuerpo quedaba listo para orar. La sexualidad, así, sería una forma de acercarse al paraíso, sin dejar de lado al amor como condimento de todo buen matrimonio.
Los cristianos, por su lado, han dividido el cuerpo del alma con una saña que repercutió, lamentablemente, en perjuicio del cuerpo. El acto sexual no sólo no acerca a Dios sino que lo aleja del sendero. Únicamente la procreación como finalidad puede ser su objetivo, sin deseo ni placer que se crucen por la mente. No hay que olvidarse, como dijera Erasmo, de cuán indigno y hediondo es ese acto que nos iguala con los animales.
Esta diversidad de discursos ha vuelto natural que los hombres y las mujeres pasen del sildenafil al azote compulsivo - sin medias tintas-, del asco al regodeo, en un santiamén. Sobre todo considerando el ajetreo, el estrés y la falta de concentración que implica la vida en una gran ciudad. Buenos Aires a veces ayuda al reencuentro, otras no.
 Imaginación a la mesa
Para los seguidores del pensamiento islámico, es decir, “los no sientan culpa por disfrutar de su pareja”, cuentan con una opción gastronómica interesante en la ciudad, cosa de condimentar el asunto con algo más que dulce de leche. Se trata del célebre restaurante afrodisíaco “Te Mataré Ramírez”, que ya desde el menú invita a imaginar.
“Con dos mujeres”, “Cóctel de celo y lujuria” o “Toda tú celebras mis sentidos” son algunos de los bocados. El lugar, por supuesto, acompaña la idea con cuadros alegóricos, cortinados púrpura, ornamentos alusivos (destacable el salero con forma de espermatozoide) y escasa luz. Al final de la velada, shows teatrales y musicales mediante, es esperable que la pareja en cuestión decida dormirse un poco más tarde y abandonarse, sin culpas, al gusto inmenso de compartirse.
Por Carola Chaparro


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